La publicidad,
anteriormente conocida como propaganda, la entendemos como algo comercial.
Surgió en el surgió en el siglo XIX, con la Revolución Industrial, y se
desarrolla en el siglo XX. Antiguamente se relacionaba con la propagación de la
fe, es decir, con lo religioso.
El discurso publicitario y el discurso
literario
En
literatura el autor es una pieza imprescindible. Pero en algunas obras no
aparece el nombre del autor porque este lo prefiere así. La causa, como por
ejemplo, en el Lazarillo de Tormes,
puede ser el temor a algo. En el cine, destaca la figura del Director. En
cambio, en los textos publicitarios no es importante que aparezca, porque lo
que interesa es lo que se publicita, lo que se ofrece, el producto.
La
literatura y La publicidad tienen una relación muy estrecha que, a veces, cuando
un escritor se hace famoso, su nombre pasa a ser como una marca, que cualquier
cosa que escribe se vende. Su nombre es como una señal de garantía de que el
producto es bueno.
En
la literatura, el autor o el responsable de la obra, generalmente, suele ser
uno. A excepción de obras de teatro y guiones de televisión. En publicidad, el
trabajo está a cargo de un grupo de gente.
Otro
rasgo distintiva entre la literatura y la publicidad es el de la libertad
creativa. La publicidad depende netamente del encargo. La literatura no tanto,
a veces puede haber un pedido sobre cierto tema, pero el encargo puede ser
negativo para el autor o para el propio género literario.
Relación entre publicidad, literatura y receptor
La
publicidad tiene una función apelativa, se dirige al público con un objetivo.
Quiere informar, luego conseguir influir en el receptor y despertar el deseo de
consumir.
La publicidad de hoy es una publicidad
sugerente, que oculta su verdadera intención, no muestra un tono imperativo,
como antiguamente fue.
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